Marcos 3:7 “Mas Jesús se retiró al mar con sus discípulos, y le siguió gran multitud de Galilea. Y de Judea, de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán, y de los alrededores de Tiro y de Sidón, oyendo cuan grandes cosas hacía, grandes multitudes vinieron a él”.
La fama de Jesús se había extendido y las personas venían de todos los puntos cardinales a verlo. Lamentablemente la mayoría de esas personas, estaban detrás de Jesús para resolver un problema inmediato. Ellos no lo veían como un salvador que había venido a rescatarlos de su pecado; Ellos lo veían como alguien que podía sanarlos de sus enfermedades. Es por eso que Jesús, muchas veces se alejaba de la multitud.
Esto suele ocurrir con aquellas personas que siguen a Jesús por razones equivocadas, y al final terminan desilusionados. El evangelio, no se trata de tener una vida cómoda, sin problemas; a eso, no fue a lo que Jesús nos llamó. Él nos llamó a tomar nuestra cruz y seguirlo (Mateo 16:24).
Cristo nos llamó a morir al “yo”, a los deleites de este mundo, a la fama, la popularidad, nos llamó a morir a una vida egocéntrica.
¿Qué es lo que te atrae de Jesús? Si no es el perdón de tus pecados, si no es la reconciliación con Dios, si no es el don de la vida eterna; entonces, tú lo estás buscando por una razón equivocada.
La multitud no estaba interesada en Cristo, la multitud, estaba usando a Cristo. Y de esa multitud, el Señor llamo a doce, con un propósito muy diferente. Cristo quería que sus discípulos pensaran como él, oraran como él y predicaran como él. En Lucas 14:33 dice:” Cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo”
El discipulado comienza con la conversión, no es con ser miembro de una iglesia, no es con asistir al culto todos los domingos. El discipulado comienza con una transformación, es un proceso de madurez y santificación progresiva; por medio del cual, somos conformados cada vez más a la imagen de nuestro Señor Jesucristo.