Mateo 19:16-21 “Entonces vino uno y le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré para obtener la vida eterna? Él le dijo: ¿por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos…..El joven le dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud. ¿Qué más me falta? Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme”.
El personaje que se describe aquí es un hombre joven, rico y de buen comportamiento. Pero, a pesar de poseer todo lo que humanamente una persona pudiera desear, tenía una sensación de vacío espiritual, y es esto lo que le impulsa a venir a Jesús. Lamentablemente en nuestros días, muchos no se hacen esa pregunta, no hay mucha gente urgida hoy, preguntándose ¿cómo obtengo la vida eterna?
Hoy, la gente dice que la vida eterna se gana o se obtiene haciendo el bien. Dicen: “pórtate bien, no robes, no mientas, no mates, estudia, paga tus impuestos, etc. Y cuando mueras te iras al cielo”. Creer esto, es una fatal equivocación. Cuando Jesús le dice: “ninguno hay bueno, sino uno: Dios”, él le está diciendo: tú no eres tan bueno como crees o dices ser, solo Dios es bueno.
El mandamiento de Dios va más allá de lo que yo hago o no hago. Tiene que ver con la motivación del corazón. Nosotros no vemos a Dios todo lo santo y puro que él es, y nosotros no nos vemos como los pecadores impuros que somos. Nos vemos más cerca de Dios de lo que realmente estamos. Tenemos que llegar a la conclusión que no nos podemos salvar por nosotros mismos y que necesitamos ser rescatados. Marcos 10:45 dice: “el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos”.
Hasta que no veamos nuestro pecado, no apreciaremos el sacrificio de Cristo en nuestro favor. La vida eterna viene por el arrepentimiento y la confesión de pecados. Este joven no se veía así mismo como pecador y veía a Dios menos bueno de lo que realmente es. El no apreciaba la salvación de Cristo, porque no entendía que lo necesitaba. Dios no solo quiere ser obedecido, él quiere ser apreciado. Dios quiere obediencia por amor, porque lo consideras tu mayor tesoro.
El llamado es que nosotros entendamos que estamos en una condición peor de la que imaginamos, pero que Cristo, nos ha ofrecido de manera incondicional, su salvación, su redención, su perdón, su vida eterna. Cuando tú entiendas lo mal que estas, de manera automática tu alma despertara a la maravillosa realidad de que Cristo es el tesoro que estabas buscando y lo pondrás sobre todo.