Isaías 9:6 “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamara su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz”.
En este texto podemos ver varias descripciones o nombre que se le dan a este niño, a Jesús. Veamos a la luz de la palabra de Dios porque se le llama así:
Admirable consejero: Jesús fue admirable en su entrega, dejo el cielo para venir a la tierra. El Rey del universo, Creador del cielo y de la tierra nació en un pesebre. Él es el principio y fin de la sabiduría. Este es nuestro Cristo.
Dios poderoso: “Todas las cosas por el fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Juan 1:3). Y donde más podemos ver su poder es en la cruz, en el momento de su muerte; Pablo nos dice en Colosenses 2:15 que ahí derroto todos los poderes de las tinieblas. Por eso su nombre es Dios poderoso. Él es poderoso para hacer todo mucho más abundante de lo que podemos pedir, entender o imaginar (Efesios 3:20).
Él es poderoso para salvarte para siempre (Hebreos 7:25). “Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría” (Judas 1:24). Este es el niño que Dios nos dio, Admirable consejero, Dios poderoso.
Padre eterno: Salmos 103:13 dice: “como un padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le temen”.
Príncipe de paz: La razón por la que él es el príncipe de paz, número uno, porque es Hijo del Rey de reyes y segundo, porque no había paz entre Dios y el hombre, y el vino a restaurar esa paz. Y el día que los pastores estaban ahí en el campo pastoreando, lo primero que ellos escuchan es esto: “no temáis, porque les traigo buenas nuevas de gran gozo” (Lucas 2:8-10).
Las buenas nuevas son: que un Salvador nos ha nacido, y el gran gozo, es que la enemistad que existía entre Dios y el hombre podrá ser rota. Cristo vino a liberarnos del legalismo, de la religiosidad, de la sabiduría humana. Este niño en un pesebre, tendría la dirección del mundo entero, tendría el poder, la autoridad para gobernar y la posesión de todo el mundo.
Es el celo de Dios que ha hecho cumplir estas promesas, y es el celo de Dios que nos traerá de regreso al Mesías la próxima vez. Pero ahora, “todo ojo le verá y toda rodilla se doblara, y toda lengua confesara que el niño que nos fue dado es el Señor y Dios del universo”.