Lucas 21:19 “con vuestra paciencia ganareis vuestras almas”.
La impaciencia, es una forma de incredulidad, pues no confías en Dios y haces las cosas como mejor te parezcan. Lo opuesto a la impaciencia es una disposición madura y tranquila a esperar en Dios, a obedecerle.
Cuando tú planeas algo y no sale como tú lo esperabas, la incredulidad de la impaciencia te tienta en dos direcciones diferentes. Por una parte te tienta a darte por vencido, y por otra te tienta a tomar medidas impulsivas.
La batalla contra la incredulidad es una cuestión de si tú realmente vives en la fe y si heredas las promesas de Dios. Romanos 2:7 nos dice: “vida eterna a los que perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad” y Hebreos 6:12 dice: “a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que la por la fe y la paciencia heredan las promesas”.
La paciencia para hacer la voluntad de Dios, no es una virtud opcional en la vida cristiana, es el fruto de la fe. Y la impaciencia, es el fruto de la incredulidad.
El arma principal es la Palabra de Dios, en especial sus promesas. El salmista en Salmos 130:5 dice: “Espere yo a Jehová, esperó mi alma; en su palabra he esperado”. No esperar en el Señor, es una forma de ser impacientes. El salmista dice que la fuerza que los sostiene mientras espera, es la esperanza y la fuente de la esperanza es la Palabra de Dios. La esperanza es la fe en el tiempo futuro. Veamos lo que dice Hebreos 11:1 “La fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”.
Si tú estas tentado a no esperar pacientemente en Dios, a hacer las cosas sin él; Por favor, entiende que este es un momento para la batalla espiritual. Toma la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios (Efesios 6:17) y clava esas maravillosas promesas contra el enemigo.