Mateo 16:24-25 “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida por causa de mí, la hallará”.
El tercer ingrediente en el principio del discipulado es obediencia leal, seguirlo, seguirlo, seguirlo.
Es una manera de vivir, una sumisión al señorío de Jesucristo, que se convierte en un patrón de vida. “El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo” (1Juan 2:6). Debemos colocar nuestros pies en sus huellas, ser leales a la voluntad divina. Esto es lo que quiso decir el Señor en Mateo 7:21 “No todo el que me dice Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos”.
El verdadero discípulo se caracteriza por una negación de sí mismo, de llevar la cruz por obediencia leal. Todo el que vive para preservar su comodidad y busca satisfacer sus deseos personales, va a perder su alma.
Si una persona sigue verdaderamente a Jesucristo, abandona su propia seguridad, su propia comodidad, su propia búsqueda de satisfacción personal egoísta, su materialismo y sigue a Jesucristo.
Tú tienes una opción, tú puedes ir por lo que quieres ahora y perderlo para siempre, o puedes entregarlo ahora, y ganarlo para siempre.