Romanos 14:7-8 “Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí. Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos”.
Una vez que conocemos a Cristo el propósito de nuestras vidas cambia completamente. Nuestros planes ya no son el foco principal, mis metas y mis deseos ya no son lo primero. Cuando conoces a Jesús entiendes que ya no vives para ti y que ahora el foco principal es Dios. Isaías 43:7 dice: “todos los llamados de mi nombre; para gloria mía los he creado, los forme y los hice”.
La primera característica de un discípulo es que vive para Cristo, ya no vive para sí mismo. Jesús lo dijo en Mateo 16:24 “él quiera seguirme niéguese así mismo”. Es decir, muere a ti, renuncia a tus planes, a tus sueños, tus deseos, a tu corazón y sígueme.
La meta del discípulo es vivir una vida que exalte a su Señor, hacer cosas que glorifiquen a Dios, vivir de tal manera que Dios te mire y sea exaltado. Tu meta en la vida ahora es la gloria de Dios. 1 Pedro 4:7-11 dice: “ser sobrios y velad en oración, tener ferviente amor unos para con los otros, se hospitalario para que en todo se Dios glorificado”.
Y tú ¿Qué estás haciendo para el Señor? Si te preguntaran ¿cuál es tu meta en la vida? ¿Qué responderías? Vive para Dios para que puedas contestar como dijo Pablo en 1 Corintios 11:1 “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo”.
Ama al Señor, obedécelo, vive para darle gloria. Esta es la época para dar la vida para Jesús, no lo dejes para mañana porque tal vez el mañana no llegue.