1 Juan 2:15-17 “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo”.
Cuando uno ama al mundo, o le demuestra amor, de inmediato está rechazando el amor de Dios. Juan dice que “el que ama al mundo el amor del Padre no está en él”, y el amor del Padre debe ser nuestro motivo principal para no amar al mundo; el amor de Dios es mejor que cualquier cosa que pueda existir en este mundo. Cuando tú le demuestras amor al mundo simplemente estas diciendo que Dios y su amor son insignificantes en tu vida
Mateo 6:24 dice “nadie puede servir a dos señores, porque o aborrecerá a uno y amara al otro, o estimara al uno y menospreciara al otro”, y esto es lo que pasa cuando tú decides amar al mundo y lo que hay en él, tú le das la espalda a Dios.
El amor de Dios es tan maravilloso que él nos dice que en el versículo 17 como una advertencia para demostrarnos cuanto nos ama: “el mundo pasa y sus deseos pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”. No pongas tu corazón en un mundo que se está desvaneciendo, mira a tu alrededor y ve que todo lo que hay en el mundo se está perdiendo y si amas al mundo te perderás con el.
En este mismo versículo 17 también dice: “pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”. Amar a Dios es hacer lo que él dice que hagamos, y nuestro Señor Jesús nos dice claramente: “Si me aman obedezcan mis mandamientos” (Juan 14:15).
Si amas al mundo perecerás con el mundo, pero si no amas al mundo y amas a Dios, harás su voluntad y vivirás con él para siempre. Juan 8:51 dice: “De cierto, de cierto os digo, que el que guarda mi palabra, nunca verá muerte”. Esto que Dios te ofrece hoy es un millón de veces mejor de lo que el mundo te pueda ofrecer.
¡No hay nada mejor que Dios! “Gustad, y ved que es bueno Jehová; Dichoso el hombre que confía en él” (Salmos 34:8).