Es por causa del pecado que los matrimonios no son lo que deben ser. Es por eso que muchas personas están frustradas el día de hoy en su relación conyugal, y si ese pecado no es tratado debidamente los problemas continuaran. La Palabra de Dios nos muestra una y otra vez que cuando los cónyuges se reconcilian con Dios y ambos son temerosos de Dios, tienen una base sólida.
En proverbios 14:1 dice: “La mujer sabia edifica su casa; más la necia con sus manos la derriba”. Y ¿qué es una mujer sabia? Proverbios 1:7 nos da la clave: “El principio de la sabiduría es el temor a Jehová”. El temor a Dios es imprescindible para activar un hogar estable.
En Efesios 5:18 el apóstol Pablo está hablando de la llenura del Espíritu, y una de las cosas que suceden cuando somos llenos del Espíritu Santo, es que las esposas se someterán a sus maridos y los maridos amaran a sus esposas así como Cristo amo a la iglesia. Esto es un asunto de hacer la voluntad de Dios.
Solo cuando hay una relación de comunión con Dios a través de la persona de Jesucristo los seres humanos pueden relacionarse el uno con el otro. Nuestra relación personal con Dios es la base que sustenta un matrimonio bienaventurado.
La raíz de todos los conflictos se encuentra en una relación deteriorada con Dios y si no tenemos una relación correcta con Dios, un matrimonio no puede funcionar. Sin Cristo es imposible edificar un buen matrimonio.