Iglesia Cristiana Hashem

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«En Integridad y Sabiduría»

Estudio Bíblico (Martes, 5:00 PM)   |   Culto de Confraternidad (Domingos, 12:00 PM)

Series Activas: «En camino a un avivamiento» Libro de Zacarías (Martes) y «La Iglesia impulsada por la Biblia» (Domingos)

Perseverancia (2ª parte)

Hay algo más que debemos hacer en cuanto a perseverar, y es aprender a esperar con fe y con paciencia que Dios haga en nuestras vidas lo que él ha prometido hacer.

La historia de los hombres de la fe quedaron registrados en las escrituras con un propósito (Hebreos 11), dice Romanos 15:4 “porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza”.

Es un consuelo leer la historia de Abraham y ver que cuando este hombre tenía casi cien años y Sara noventa y era estéril, esta mujer se  embarazo porque Dios lo prometió (Hebreos 11:11),  y cuando Dios promete algo él lo hará a su tiempo.

La clave para perseverar hasta el fin no es creer, es seguir creyendo, es seguir esperando hasta que Dios en su sabiduría haga lo que él ha decidido hacer, en el tiempo y en la forma como él quiera hacerlo. La fe nos lleva a descansar confiados en las promesas de Dios.

Si no aprendes a esperar vivirás frustrado, te vas a frustrar con Dios, porque el horario de Dios casi nunca encaja con nuestras expectativas. Dios pudo haber hecho el mundo en un segundo, pero lo hizo en seis días, y dice que: “al principio la tierra estaba desordenada y vacía” (Génesis 1:2), y Dios la fue trabajando poco a poco, poblando la tierra hasta hacerla productiva.

Dios hace las cosas en su tiempo, no es como a nosotros nos parece mejor, sino es como él sabe que es lo mejor. Dios tiene su forma de obrar y el desea moldear nuestro carácter. Debemos ser diligentes en el cuidado de nuestras almas y ser imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredaron las promesas.

Si te has dado cuenta que has estado siendo perezoso en el cuidado de tu alma, no te quedes ahí lamentando tu pecado, pídele perdón a Dios y después que le hayas pedido perdón, “levanta las manos caídas, las rodillas paralizadas; y haced sendas derechas para vuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea sanado” (Hebreos 12:12-13).