Jesús llama a personas a “arrepentirse y a creer en él”. Pero, ¿qué es el arrepentimiento? La palabra griega para arrepentimiento es “Metanoia” que literalmente significa: cambiar de opinión. No es cambiar de opinión sobre algo y luego volver a cambiarla. Es una transformación, una forma completamente nueva de ver las cosas.
El arrepentimiento verdadero solo puede surgir como un resultado de un trabajo interno del Espíritu Santo. Cuando el Espíritu nos lleva a la fe en Cristo, él nos convence de nuestro pecado y el fruto de esa convicción es el arrepentimiento.
Cuando Zaqueo se encuentra con Jesús, con alegría él responde a la petición de Jesús de venir a su casa y Zaqueo le dice: “he aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadriplicado” (Lucas 19:5-8).
Así es como luce el arrepentimiento; Es una comprensión de la seriedad de nuestro pecado. Es un cambio, un giro hacia la obediencia, sin importar lo que cueste esa obediencia. Es una señal visible de que somos verdaderamente salvos. Como Jesús le dijo a Zaqueo cuando escucho lo que Zaqueo planeaba hacer: “Hoy ha venido la salvación a esta casa” (Lucas 19:9).
El arrepentimiento no es algo que hacemos una sola vez al comienzo de nuestra vida cristiana; es una disciplina diaria. El arrepentimiento es una puerta de entrada, al otro lado de la cual esta nuestro Padre amoroso. En la parábola del hijo prodigo nos muestra esto. El hijo prodigo, cuando se da cuenta que ha pecado contra su padre. Regresa y se dirige a casa (Lucas 15:18), eso es arrepentimiento; es un regreso a Dios.
Y al igual que el padre del hijo prodigo, Dios corre a nuestro encuentro con alegría a abrazarnos y celebrar con nosotros (Lucas 15:20-24). Hoy te invito a que pienses por un momento y reflexiones si acaso necesitas arrepentirte de algo. Si es así, no pierdas el tiempo y regresa a Dios.