Mateo 13:44 “Además el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre haya y lo esconde de nuevo, y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene y compra aquel campo”.
Cuando nos convertimos, Dios crea en nosotros un nuevo gusto que antes nosotros no teníamos, Cristo nos mueve eficazmente a entregarnos por entero a él; pues hemos encontrado el tesoro escondido.
Un cristiano, es alguien que ha entendido que ninguna cosa de este mundo puede compararse con el gozo inefable de conocer a Cristo, tener comunión con él aquí y ahora, y allá, por los siglos de los siglos.
¡Es un gozo conocer a Cristo, tener un gran salvador como es Cristo el Señor! La gente del mundo se jacta de conocer a un famoso. Pero no hay un personaje en este mundo entero; sea primer ministro, presidente, o rey de una nación que se le pueda poner al lado del Señor Jesucristo, porque él es Rey de reyes, Señor de señores, creador y sustentador del universo, y él es mi amigo personal; hablo con el cuándo quiero, y cuando estoy en problemas y en tribulación, el me escucha, porque él es un gran Salvador.
La vida cristiana es una lucha y nosotros somos continuamente seducidos a buscar deleite y satisfacción en eso que hoy tenemos por basura. Cristo dice en juan 4:13-14: “ vengan a mí que yo los voy a satisfacer”, pero ahora tenemos que seguir bebiendo de esa agua y no tener o no ceder a la tentación de abrir otra llave. Y en Filipenses 3:7, Pablo dice: “Cuantas cosas para mí eran ganancia, las he estimado como perdida. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como perdida, por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo”.
El problema es que muchas veces nosotros dejamos de ver el mundo de esa forma, esa es nuestra tentación todo el tiempo, volver atrás, olvidarnos de lo mal que nos iba cuando estábamos en Egipto y comenzar a codiciar otra vez la comida que ahí nos servían cuando éramos esclavos; y cuando somos vencidos por esa tentación ese es el resultado: perdemos el gozo inefable y glorioso de conocer a Cristo.
Tal vez, tú has despreciando a Dios para seguir disfrutando de los deleites baratos que este mundo ofrece. Hoy quiero que te hagas esta pregunta ¿Cambiaras el brillo de la gloria de Dios, por el tenue y pálido reflejo de los deleites temporales de este mundo?