Marcos 7:34-35 “y levantando los ojos al cielo, gimió, y le dijo: Efata, es decir: Sé abierto. Al momento fueron abiertos sus oídos, y se desato la ligadura de su lengua, y hablaba bien”.
Esta historia de sanación del sordomudo nos muestra a Jesús como el salvador que fue prometido en Isaías 35:4-5 que dice: “Decid a los de corazón apocado: Esforzaos, no temáis; he aquí que vuestro Dios viene con retribución, con pago; Dios mismo vendrá, y os salvará. Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos se abrirán”.
Él es el salvador que vino a salvar a su pueblo de sus pecados, cargando nuestra culpa en la cruz del calvario. Él vino a abrir nuestros oídos, que antes estaban cerrados al evangelio, él vino a soltar nuestras lenguas para que podamos alabar a nuestro Dios, para que podamos proclamar a otros el mensaje de salvación.
Este hombre no tuvo que someterse a ninguna terapia para poder hablar, el milagro que Jesús realizo fue instantáneo, completo; sus palabras fueron suficientes para que el sordomudo pudiera hablar y oír.
De esa misma manera fue el sacrificio de Cristo por nosotros, fue completo y fue suficiente.
Si Dios te ha libertado y tú ahora eres libre de esa esclavitud al pecado no dejes de alabarlo, no dejes de darle gracias, no dejes de predicar el evangelio. Porque así como sano a este hombre y te ha libertado a ti, él puede hacerlo con todo aquel que se acerque a él.