2 Timoteo 3:14-15 “Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quien has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús”.
Esta fue la última carta de Pablo, él sabía que él ya iba a morir y tenía a su hijo en la fe, Timoteo, al cual quiso dejarle estas palabras tan importantes. Al pensar en Pablo, pienso en muchos de nosotros como padres, que a veces cuando tenemos hijos y nietos, pensamos en como vivirán esos hijos y nietos cuando nosotros ya no estemos en este mundo tan difícil que les ha tocado vivir.
A nuestros ojos el mundo está tomando características que parecen que van a un rumbo donde no va a haber salida y va haber una destrucción total. Pablo le dijo a Timoteo que hacer, lo dirigió a la fuente de la vida y le dijo: “Tu Timoteo, persiste en lo que has aprendido”. Y ¿Dónde iba a encontrar la fortaleza para seguir adelante? En la Palabra de Dios. No en libros que digan: “como tener una vida exitosa”.
Pablo le está diciendo, no cambies lo que tú tienes, la Biblia es la respuesta, la Palabra de Dios tiene lo que te va a llevar en tu vida cristiana hasta la meta final, aférrate a ella; no importan las presiones, no importan los sufrimientos, los temores, o las personas que venga a decirte lo contrario, aférrate a la Palabra porque ella es tu vida.
Que privilegio para nosotros como padres saber de qué nosotros podemos traspasarles la verdad de la Palabra de Dios no solo a nuestros hijos, sino también a nuestros nietos y a una temprana edad. Nosotros podemos sembrar esa semilla de la Palabra de Dios. En Deuteronomio 6:6-9 dice: “y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablaras de ellas estando en tu casa y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las ataras como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas”.
Tal vez digas que tú no tuviste la bendición de tener padres cristianos y que no te enseñaron, pero ahora que tú has conocido la verdad, tú tienes esa bendición de empezar a instruir, de empezar a traspasarles esa verdad a tus hijos, o nietos. ¡Aférrate a la Palabra!