Jueces 5:6-7 “En los días de Samgar hijo de Anat, en los días de Jael quedaron abandonados los caminos, y los que andaban por las sendas se apartaban por senderos torcidos. Las aldeas quedaron abandonadas en Israel, habían decaído, hasta que yo Débora me levante como madre en Israel”.
Los hombres y mujeres de acuerdo a la Palabra de Dios son iguales delante de él. El hombre no es superior a la mujer ni la mujer es superior al hombre, ambos son iguales, ambos son salvos por gracia a través de la fe, solo por medio de Jesucristo (Efesios 2:8) y ambos son llamados a servir a Dios.
Hoy la forma de pensar del mundo dice que las mujeres son tan capaces como los hombres, que no hay razón para que las mujeres no tengan el mismo derecho de gobernar, de ser cabeza del hogar, o de pastorear. Pero el ministerio no es un derecho, es un llamado y Dios determina a quien él llama, y a que lo llama.
En la sabiduría de Dios y en su plan, él ha ordenado que la primera responsabilidad de dirigir y de pastorear al rebaño de Dios, este en manos de los hombres. Así que, para las mujeres, el insistir que tienen derecho a esto o lo otro; al ponerse en esa actitud, ustedes están hablando un lenguaje incorrecto.
Débora no se define a sí misma como una dirigente, o como juez, o profetiza o líder. Dios la uso temporalmente, de alguna manera en alguno de estos roles, pero no era como ella se veía así misma. Ella solo dijo: “me levante como madre”. ¿Y qué hacen las madres? Ellas alimentan, ellas cuidan, ellas tienen un instinto para criar, un instinto protector.
La palabra levantar significa alzarse, establecer y fortalecer. Ella no intervino y dijo: tengo el control, me hago cargo. Ella dijo: tengo un corazón de madre. El hecho de que ella tuviera un corazón de madre, fue lo que le dio coraje, lo que le dio valor, y esto fue lo que la hizo compadecerse de la condición espiritual en que estaba la nación, esto fue lo que la motivo. Y como puedes ver, ella no estaba motivada por las cosas que motivan a muchas mujeres modernas, cosas como el poder o el control, o prestigio, o posición, la cima de alguna cadena corporativa, eso no era lo que le importaba a Débora.
Si tú buscas una posición para ser observada y aplaudida, Dios puede trasformar tu corazón por el poder de su Palabra y su sabiduría, él puede hacer de ti una mujer de oración que sirve en sus propósitos. Quizás escuchas esto y piensas que esto de orar no tiene mucho valor, o subestimas la influencia que una madre tiene. El poder de influencia es mucho mayor que el poder de control. Hay muchas mujeres que tienen este tipo de corazón de madre, que se preocupan por lo que está pasando con sus hijos, que tienen cuidado de lo que está pasando con sus esposos, con sus familias, en el gobierno; y esta es la razón por la que hoy, las más grandes intercesoras en la escena nacional son mujeres. El corazón de una madre que clama al Señor, y le dice: Señor te necesitamos, ayúdanos, dirígenos, muéstranos, que hacer. Así que mientras tengas un corazón de madre, Dios puede poner en tu corazón un mensaje característico para nuestro tiempo, Dios puede darte la oportunidad de influenciar con ese mensaje. Y no solo porque busques ser una líder, sino solo porque has sido fiel y obediente al mensaje que Dios ha puesto en tu corazón.