Mateo 19:16-22 “Entonces vino uno y le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna? Él le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios. Más si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. Le dijo: ¿Cuáles? Y Jesús dijo: No matarás. No adulterarás. No hurtarás. No dirás falso testimonio. Honra a tu padre y a tu madre; y, Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El joven le dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud. ¿Qué más me falta? Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme. Oyendo el joven esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones”.
Si miramos la historia del joven rico, este desde su juventud había hecho y guardado la Palabra, lo cual bíblicamente está bien, pues la Palabra dice: “sed hacedores de la Palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos” (Santiago 1: 22.). Pero no basta con solo ser hacedores de la Palabra, sino también con dejar aquello que permite que tropecemos y que no andemos en rectitud delante de Dios. Para el joven rico dejar sus pertenencias no era negociable, todo lo demás sí. En Lucas 5:8-11, habla del llamamiento de Simón Pedro: “Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador. Porque por la pesca que habían hecho, el temor se había apoderado de él, y de todos los que estaban con él, y asimismo de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serás pescador de hombres. Y cuando trajeron a tierra las barcas, dejándolo todo, le siguieron.
La diferencia entre el joven rico y el llamamiento de Pedro es grande. Este joven tuvo su llamado, pero quiso ponerse en buenos términos delante del Señor Jesús. Él pensó que era bueno, pues desde su juventud había puesto por obra la Palabra, lo cual está bien. Sin embargo, no reconoció su necesidad de Jesús. En el caso de Pedro, primero reconoce su necesidad y, luego sin importar nada, lo deja todo para seguir al Maestro.
Para muchos dejarlo todo puede ser un tanto difícil. Hoy quiero decirte que esta condición es necesaria y es el mismo Señor Jesús quien la establece. En Lucas 14:33 dice: “así pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo”. El Señor está pidiendo que le entreguemos todo nuestro ser, que le rindamos cada rincón de nuestras vidas a él.