Marcos 5:26-29 “Pero una mujer que desde hacía doce años padecía de flujo de sangre, y había sufrido mucho de muchos médicos, y gastado todo lo que tenía, y nada había aprovechado, antes le iba peor, cuando oyó hablar de Jesús vino por detrás de la multitud, y tocó su manto. Porque decía: si tocare su manto, seré salva. Y en seguida la fuente de su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel azote”.
La respuesta a tus problemas no está en ningún otro lado sino en Jesús. La mujer del flujo de sangre había ido a tantos médicos en búsqueda de sanidad, pero ninguno se la pudo ofrecer. Hoy quisiera recordarte la promesa que Dios nos hace en: Jeremías 30:17 “Más yo haré venir sanidad para ti, y sanaré tus heridas”.
Debemos ser poseedores de una gran fe. Cuando al parecer no hay una salida aparente, la Palabra de Dios nos enseña que, “al que cree todo le es posible” (Marcos 9: 23). La mujer del flujo de sangre solo tenía una salida: el Señor Jesús, y creyó tanto en esa salida que sabía muy dentro de sí que solo él podía curarla y terminar con esa aflicción.
No importa cuán imposible parezca para ti, “nada hay imposible para Dios”, Lucas 1:37, es la promesa en la cual siempre debes descansar: “porque nada hay imposible para Dios”. Porque cuando la esperanza pareciera esfumarse, Cristo Jesús es y será tu esperanza.