Mateo 8:7-8 “Y Jesús le dijo: Yo iré y le sanaré. Respondió el centurión y dijo: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y mi criado sanará”.
Para muchos creyentes es, literalmente, ‘imposible’ que a través de ellos el Señor pueda realizar milagros y cosas sobrenaturales.
Este centurión era una persona de autoridad y éste la reconoció en el Señor Jesús, él lo identificó como hombre de autoridad. Este capitán sabía que en Jesús había poder y, no era necesario, que él fuera hasta su casa para hacer un milagro, lo cual implica un nivel de fe muy grande, ese milagro era el de curar a alguien a kilómetros de distancia considerable. El centurión sabía que en Jesús había autoridad y solo bastaba con enviar la palabra y se hiciera como él quería,
Como hijos de Dios, tenemos algo especial que nos es entregado solo a nosotros, Juan 1:12 nos dice: “más a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”. Al recibir a Jesús en tu corazón, Él nos transfirió esa potestad de hijos, pero, ¿qué es potestad? El diccionario de la real academia la define como dominio, poder, jurisdicción que se tienen sobre algo. Hermano(a), en ti hay poder, hay autoridad, solo di la Palabra para que en el Poderoso nombre de Jesús todo sea hecho.
El centurión también reconoció que Cristo era una figura de autoridad. Solo cree y ejerce el poder que te ha sido entregado, recuerda ese poder no fue exclusivo de los Apóstoles ni de la iglesia primitiva, ese poder sigue siendo el mismo hoy y será el mismo mañana y por siempre, solo debes revestirte de autoridad y decir la Palabra.