2 Corintios 3:18 “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor”.
Un espejo está hecho para reflejar la imagen de alguien, no hay necesidad de instrucciones ni de manuales sobre cómo usarlo, porque todos sabemos cómo funciona. Para que un espejo refleje tu imagen, solo hay una cosa que necesitas hacer: ¡Acercarte a él!
En el antiguo testamento Moisés, usaba un velo para proteger al pueblo del resplandor que reflejaba su rostro después de su encuentro intimo con la gloria de Dios (Éxodo 34:29-35), pero ahora en Cristo, ese velo ha sido removido, permitiéndonos captar la magnitud del Evangelio completo de la gloria de Cristo (2 Corintios 4:4).
Así es como Dios ha diseñado que el proceso de transformación funcione en nuestras vidas. Es a través de acercarnos a él, que somos transformados a su imagen.
Si un grupo de personas pasan mucho tiempo juntas, van a empezar a reflejarse el uno al otro, en modales, conversaciones, gestos, actitudes y filosofías. Debido a esto 1 Corintios 15:33 dice: “las malas compañías corrompen las buenas costumbres”. Dios quiere que te acerques a él y reflejes su naturaleza y es acercándote a Dios que serás transformados a su imagen.
Todo depende de hacia dónde diriges tu rostro. Si tu rostro está dirigido al mundo, ¿qué crees que vas a reflejar?, si tu rostro está dirigido a tu viejo hombre, tratando de mejorarte a ti mismo, ¿qué crees que vas a reflejar?; Pero si tu rostro está dirigido hacia el Señor, recibiendo cada día de su gracia, entonces serás un reflejo de su amor.