Marcos 1:12-13 “Y luego el Espíritu le impulso al desierto. Y estuvo allí en el desierto cuarenta días, y era tentado por satanás, y estaba con las fieras; y los ángeles le servían”
A medida que atraviesas unas experiencias desérticas te das cuenta que esto es solo parte de la vida cristiana, si no estás apercibida podrías desilusionarte, no hay nadie que viva siempre en la cima de la montaña. Las escrituras nos dicen no solo como vivir en la cima de la montaña, sino también y lo más importante como vivir cuando estamos abajo en el valle, en el pozo, en las experiencias del desierto en nuestras vidas.
Cuando hablamos del desierto pensamos en algo seco, sin agua, estéril. El desierto es una imagen de ciertas situaciones que pasamos en nuestras vidas, y es necesario reconocer que en la vida atravesaremos ciertas experiencias desérticas. Esta experiencia le puede pasar a cualquiera, porque ser un hijo de Dios no te hace inmune a las experiencias del desierto.
Mientras tú caminas con el Señor te vas a encontrar en tiempos cuando dices: ¿dónde está Dios?, ¿por qué me pasa esto a mí? Pero, si tú quieres ser un hijo de Dios maduro y piadoso, una de las maneras que Dios tiene de hacerlo es llevándote a través de experiencias del desierto. El hecho de que tu estas en un desierto no quiere decir que Dios no te ama.
Dios amaba a Jesús profundamente, él lo había dicho: “este es mi Hijo amado en el cual tengo complacencia” (Marcos 1:11). Dios lo amaba y con ese amor Dios lo llevo al desierto. Tal vez cuando te encuentras en ese desierto no sientes el amor de Dios, pero es en esos desiertos cuando ejercitamos nuestra fe, porque recuerda: “que sin fe es imposible agradar a Dios” (Hebreos 11:6).
Y es ahí cuando empiezas a ejercitar la fe y confiar en que el Señor está ahí, que él te ama y que está logrando su propósito en tu vida, independientemente de lo que estés pasando, de cómo se vean las cosas o como se sientan. ¿Tú crees que puedes ser como Jesús sin atravesar desiertos? Es en el desierto donde comenzamos a parecernos a Jesús, porque él está deseando formarnos, moldearnos, enseñarnos a caminar por fe. Necesitamos experiencias de desierto en nuestras vidas.
El desierto puede convertirse en una bendición, por eso no te resistas, no te resientas; más bien abrázalo, dale la bienvenida y recuerda que Dios no te abandonara en el desierto. Del otro lado del desierto conocerás algo de la gracia y la gloria de Dios que quizás no la hayas visto de otra forma. Dios tiene un plan para ti a través de ese desierto, deja que Dios cumpla ese plan. Agradece al Señor por los tiempo de oasis, de abundancia; pero también dale gracias por los tiempos donde te lleva a donde no hay agua, donde solo tienes que confiar en él, para que te enseñe lo que quiera enseñarte y puedas parecerte más a Jesús.