Eclesiastés 4:8 “Está un hombre solo y sin sucesor, que no tiene hijo ni hermano; pero nunca cesa de trabajar, ni sus ojos se sacian de sus riquezas, ni se pregunta: ¿Para quién trabajo yo, y defraudo mi alma del bien? También esto es vanidad y duro trabajo”.
Este versículo nos habla de aquella persona que no trabaja para vivir; sino que vive para trabajar. Una persona adicta al trabajo. ¿Conoces a alguien así?
En Eclesiastés 5:10 dice: “el que ama el dinero, no se saciara de dinero; y el que ama el mucho tener, no sacara fruto”. Querido hermano, cuidado con el trabajo compulsivo, porque eso no siempre es un exceso de responsabilidad, muchas veces es idolatría. Salomón nos está dando una advertencia contra el aislamiento, egoísmo y la codicia. ¿Te has preguntado para quién trabajas o para qué? Acaso, ¿es para llegar a ser rico y poderoso? , o tal vez ¿para retirarte joven y vivir una vida de placer y diversión? ¿Puedes decir con honestidad que haces las cosas con excelencia para la gloria de Dios, para el bien de otras personas?
Dios quiere que pensemos en los demás y que no vivamos únicamente para nosotros mismos. El trabajo es una provisión que Dios te ha dado para que puedas ayudar a otros que tienen más necesidad que tú. La biblia nos enseña en “que todo lo que hagamos lo hagamos como para el Señor” (Colosenses 3:23). Si Dios te ha provisto de un trabajo desempéñate lo mejor que puedas y abre tu mano para todas aquellas personas que sepas que tienen necesidad. Recuerda que todo lo que tienes Dios te lo ha dado y por lo tanto a él le pertenece.