Romanos 3:10-12 “Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; No hay quien entienda, No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno”.
Todos los seres humanos sin excepción nacen bajo pecado, están sometidos a una esclavitud. Las personas no se ven así mismas de este modo, porque el pecado astutamente opera a través de la propia voluntad del pecador y siempre hace lo que él quiere hacer.
Según el estándar de Dios, no hay una sola persona que pueda ser considerada justa; Pues en Mateo 22:37 nos dice: “Amaras al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con toda tu mente”. Y la violación a este mandamiento es el más grande de todos los pecados. Porque todos nos amamos a nosotros mismos, cada cosa que hacemos es en función de nuestro propio “yo”, somos orgullos, y egoístas.
Todos buscan ansiosamente la felicidad, darle sentido a sus vidas; pero no hay una sola persona que busque a Dios. A menos que Dios haga una obra en su corazón, transformando su personalidad desde la raíz. Es un cambio profundo que por primera vez tus deseos y tu voluntad comienzan a funcionar adecuadamente.
De manera que ahora tus obras son hechas bajo los estándares de Dios y solo para su gloria. En Mateo 5:16 el Señor Jesús les dijo a sus discípulos: “así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”.
Ahora que sabes cuál es la condición natural del ser humano, ven a Cristo, pues solo él puede cambiar tu corazón.