El descontento, es el símbolo inequívoco de la codicia. Debes estar contento con lo que tienes, aunque nunca obtengas lo que quieres. Si tú tienes sustento y abrigo, tienes más de lo que tú mereces.
A pesar de las manifestaciones de Dios, de su amor y todos los privilegios, que el pueblo de Israel tuvo en el desierto, en Números 11 dice que los judíos tuvieron un vivo deseo de regresar a su antigua vida de esclavitud. Ellos olvidaron las grandes bendiciones que Dios les había dado sin merecer, y decían: “Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos” (Números 11:5). En ellos hubo un descontento, olvidaron la esclavitud a la que estaban sujetos y olvidaron como Dios los había sacado de ahí.
Hebreos 13:5 dice: “sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora”. Cuando percibas en tu corazón ingratitud, descontento o amargura por lo que no tienes, bebes recordar lo que la Palabra de Dios dice en Lamentaciones 3:22-23: “nuevas son cada mañana sus misericordias”. Tú disfrutas de las misericordias de Dios cada mañana. Y el Salmos 23 dice: “el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida”.
Una persona a quien la misericordia y el bien de Dios lo están persiguiendo todos los días de su vida, no tiene ni una razón para estar descontento.