Gálatas 5:22 “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo paz, paciencia, benignidad, bondad, fe”.
Para vivir en un mundo como este se requiere de mucha paciencia y esa es una virtud que no abunda y es necesario crecer en paciencia; los avances tecnológicos indirectamente fomentan la impaciencia por la rapidez con que se mueven las cosas.
La buena noticia es que si somos cristianos, somos templo del Espirítu Santo y él mora en nosotros (1 Corintios 6:19), y él está haciendo una obra, nos está transformando conforme a la imagen de nuestro Señor Jesucristo, en la misma medida en que contemplamos su gloria. Pablo dice en 2 Corintios 3:18 “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espirítu del Señor”.
Cuando leemos los evangelios vemos la paciencia del Señor manifestándose de diferentes maneras. Él tuvo que esperar pacientemente hasta ese momento determinado por el Padre cuando cumplió 30 años.
Si quieres aprender a lidiar con la impaciencia y la irritabilidad, debes aprender a desarrollar la virtud de la paciencia. En Hebreos 6:12 se nos exhorta a “ser imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas”. Las promesas de Dios se obtienen generalmente después de una larga espera, por eso necesitamos fe para confiar plenamente en la bondad de Dios y paciencia para seguir confiando a pesar de las circunstancias a nuestro alrededor, porque la respuesta de Dios vendrá en su tiempo y no en el nuestro.
Abraham tuvo que esperar con paciencia y fe cuando Dios le dio la promesa de que habría de tener un hijo. En Hebreos 6:15 dice: “y habiendo esperado con paciencia, alcanzo la promesa”. Dios desea moldear nuestro carácter y eso solo es posible en el contexto de la fe y la paciencia.
Tenemos un problema hoy en día, deseamos ser atendidos de inmediato, pero todo el mundo está ocupado y nadie nos quiere atender cuando nosotros creemos necesitarlo. Dios está en control de todo y él está usando todas esas circunstancias para que aprendamos a esperar en él.
Dependamos del Espíritu Santo para que podamos cultivar esa paciencia. “Y el Señor encamine vuestros corazones al amor de Dios, y a la paciencia de Cristo” (2 Tesalonicenses 3:5).