Génesis 19:26 “Entonces la mujer de Lot miró atrás, a espaldas de él, y se volvió estatua de sal”.
El capítulo 19 del libro de Génesis cuenta la historia de la destrucción de Sodoma y Gomorra. Una destrucción que llegó como consecuencia de la abundancia de pecado que había en ese lugar. Pero en el capítulo anterior, nos encontramos con un Abraham que intercede por las gentes de allí, pidiéndole al Señor que si fuera por un solo justo que allí estuviera no destruyera la ciudad, mas no halló el Señor ni uno, ni siquiera su sobrino Lot.
Sin embargo, el Señor tuvo piedad de Lot y envió ángeles para que preservaran su vida y la de su familia, incluyendo lo que tenía (Génesis 19:12), aún la destrucción de esa tierra era inminente, no había nada que detuviera ese juicio.
En todos estos sucesos, había una advertencia para Lot y los suyos: “no mires atrás” (Génesis 19: 17).
Mirar atrás retrasa los planes que el Señor tiene para ti, recuerdos que de una u otra forma, nos hacen recordar al viejo hombre, aquel que un día sepultamos simbólicamente con el bautismo en agua. Y así volvemos acariciar al mundo, y es como si estuviéramos una vez más conectados a él. Es por ello que, el Señor nos recuerda en 2 Corintios 5:17 que, “las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas”.
Del mismo modo, la Palabra nos sigue enseñando en Génesis 19:26 que la mujer de Lot desobedeció la orden de no mirar atrás, y a sus espaldas, lo hizo, por lo que fue convertida en estatua de sal. Así, como la mujer de Lot, muchos creyentes batallan día tras día con ese fantasma, el pasado. Mirar atrás es igual a estar con un pie dentro de la iglesia y otro fuera de ella, ¿por qué aún te aferras al pasado?
De nada sirve recordar a ese viejo hombre que ya sepultaste, más bien “olvida ciertamente lo que queda atrás, y extiéndete a lo que está delante, prosigue a la meta” (Filipenses 3:13-14), “puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de tu fe” (Hebreos 12:2). Basta de acariciar el mundo, enfócate en seguir adelante sin mirar atrás.