Hebreos 13:8 “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos”.
Vivimos en un mundo que cambia constantemente, todos nosotros experimentamos cambios físicos, cada día envejecemos; pero aunque el mundo cambia hay algo que nos da seguridad, y es saber que “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por siempre”.
Las circunstancias cambian, nosotros cambiamos y eso puede traer temores, inseguridades, pero debemos anclarnos en Jesús. No importa lo que pase, lo que haya sucedido en este año. Es bueno saber que nosotros tenemos un buen Pastor que es nuestro Señor Jesucristo que nos pastoreara aún más allá de la muerte. Confiar en ese Cristo inmutable a pesar de los cambios es un buen motivo para enfrentar el futuro. El nombre que se utiliza aquí: Jesucristo; significa: Jesús, que quiere decir Salvador, y Cristo ungido. Jesucristo es el ungido de Dios que vino a salvar a su pueblo de sus pecados y siempre estará con nosotros, por lo tanto podemos estar confiados mirando hacia el futuro con esperanza y con gozo porque Cristo está a nuestro lado.
A nosotros nos afectan las circunstancias a Dios no; para Dios los planes que existan en el mundo no impactan sus planes. El pretender que podemos controlar el tiempo y las circunstancias es orgullo, es una arrogancia de parte del hombre, y lo que debemos hacer es someternos a la voluntad de Dios, Santiago 4:13-16 dice: “¡Vamos ahora! Los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos; cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se esparce por un poco de tiempo, y luego se desvanece. En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello. Pero ahora os jactáis en vuestras soberbias. Toda jactancia semejante es mala”.
El hombre cree que es autosuficiente y vive de espaldas a Dios, por eso tenemos que poner a Dios en todos nuestros planes, “En Dios no hay mudanza, ni sombra de variación” (Santiago 1:17), Dios permanece siendo el mismo. En el Salmos 102:10-12 hay un contraste entre Dios y su creación: “Tu oh Señor, en el principio fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus manos. Ellos perecerán, más tu permaneces; y todos ellos se envejecerán como una vestidura, y como un vestido los envolverás, y serán mudados; Pero tú eres el mismo, y tus años no acabaran”.
La inmutabilidad de Cristo no significa inactividad; Dios es inmutable, pero él está muy activo en el mundo, en su creación, desde siempre. El ahora intercede por nosotros y nos ve con el mismo amor, con la misma paciencia, con la misma ternura, porque él no cambia.
El no solo ha prometido salvarnos, sino que también él nos va a sostener, no nos va a dejar. Él nos va a dar de su gracia para que podamos seguir adelante. 2 Corintios habla del aguijón que Pablo le pidió al Señor que se lo quitara, y el Señor le dijo: “Bástate mi gracia porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:9). Y Pablo recibió esa gracia, la ayuda del Señor para continuar predicando el evangelio y hacer lo que el Señor le había encomendado. La gracia del Señor es infinita y no tiene límites. La mayoría de nuestros temores están en el futuro, y es importante saber que como Jesucristo no cambia, su gracia va a estar allí para asistirme en la fortaleza que yo necesito. El obra en nuestras vidas para que él sea formado y esa es la mayor bendición que podemos tener. Si Cristo dejara de ser inmutable todas sus promesas se caerían, pero permanecen en pie porque, “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por siempre”.
No importa lo que suceda en tu vida, no importa que tanto cambie el mundo, no importa cuántos cambios haya; pues si tú has confiado en Cristo para salvación no debes temer porque “él es mismo ayer, y hoy, y por siempre”.