Éxodo 20:4 “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que está arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra”.
Cuando leemos este mandamiento, automáticamente pensamos en alguna figura o imagen creada por el hombre, como el becerro de oro que el pueblo de Israel hizo en el desierto (Éxodo 32); Pero no solo eso es un ídolo. Todo lo que roba el protagonismo de Dios a mi vida, eso puede identificarse como un ídolo. El problema con los ídolos es que te separan de Dios, pues ese ídolo viene a tomar el lugar que solo le corresponde a Dios.
En Génesis 3:5 recordemos lo que la serpiente le dijo a Eva: “sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios”. El ser humano es ídolo de sí mismo, y ese amor a nosotros mismos, ese deseo de satisfacción a nuestro “yo”, a nuestra carne, de sentirnos grandes y poderosos, de ahí salen todos los ídolos que podamos crear.
Por ejemplo, el deseo de prepararte y tener una carrera puede volverse un ídolo; y en su inicio puede ser algo bueno; pero si eso desplaza a Dios pensando que por tu capacidad y tus fuerzas tú vas a lograr ser ese gran profesionista, entonces eso es un ídolo. También pudiera ser el amor a tus seres queridos, o a cosas materiales; Si el tiempo que tú les inviertes a ellos desplaza a Dios en tu tiempo de oración y devoción, entonces no estas poniendo a Dios en primer lugar.
Tú fuiste creado para adorar únicamente a Dios y en esa adoración puedas reflejarlo a Él. Pide a Dios que te de pasión por el y por su Palabra.