Juan 1:29 “El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”.
El verbo “quitar” que aparece en este versículo tiene la idea de poner sobre uno mismo, con el propósito de absorber la culpa que la persona merecía por su pecado. Dios es el que absorbe el mismo castigo que tú merecías.
¿Te has puesto a pensar en que Cristo en la cruz experimento el infierno que tú no vas a experimentar por la fe que ahora tienes en él? Para cada persona que cree en Cristo, esa ira de Dios ha sido total, plena, y perfectamente absorbida por Cristo en la cruz. Romanos 8:1 dice: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”.
Esa es la esperanza, pero solo está en Cristo y en nadie más, solo en el sacrificio perfecto de Cristo. El carga en sí mismo el castigo por el pecado de aquellos que creen en él. Ese es el procedimiento del Cordero sustituto; él toma mi lugar, carga con mi culpa, experimenta la ira de Dios en mi lugar, y en su bondad yo experimento su justicia, Dios me declara justo, no por mis acciones, ni por algo bueno que yo haya hecho; simplemente por la gracia y la bondad de Dios.
Esto solo es posible en Cristo, no hay otro en el cual puedas tener salvación, perdón de pecados y esperanza; solo en Jesucristo. Solo Cristo es el sustituto perfecto para la salvación del hombre. Juan el bautista lo supo, por eso dijo: “He ahí el Cordero de Dios”.
Juan creyó en Cristo, y ahora tú lo sabes; sabes que Cristo es el cordero de Dios y ahora te hago esta pregunta ¿qué vas hacer con este conocimiento?
Solo tienes que hacer dos cosas: Creer en Cristo y adorar a Cristo. Esa es la responsabilidad que ahora tienes. Puedes hacer lo que te he sugerido, o tal vez diciendo: mañana, pero el mañana no existe, hoy es el momento del arrepentimiento.