Efesios 6:1-2 “Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa”.
El deterioro en la relación de padres e hijos es muy evidente y el mundo no sabe dónde buscar una respuesta para esta problemática. Muchos hogares andan mal porque los hijos se están criando solos, porque es cada vez mayor el número de madres que abandonan el trabajo tan delicado y tan importante que tienen en sus casas para irse a trabajar a otro lugar.
A través de los distintos medios de comunicación se nos ha vendido una idea distorsionada sobre la labor de una madre. Amados hermanos, la crianza de los hijos requiere de mucho tiempo, y una gran dosis de amor, paciencia, inteligencia y sabiduría. Esta idea de que la mujer realizada es la que sale a trabajar fuera es una mentira del diablo para destruir los hogares y para dejar a nuestros hijos a merced de ellos mismos.
Sabemos que muchas mujeres trabajan por necesidad, no porque ellas quieran hacerlo, pero ese no es el ideal. A la larga ningún dinero del mundo vale la pena, si para ganarlo debemos descuidar la posición más valiosa que Dios nos ha dado: Nuestros hijos.
En 1 Timoteo 2:11-15 el apóstol Pablo habla del orden en la iglesia y dice: “la mujer aprenda en silencio, con toda sujeción, porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre…” Pablo nos está diciendo aquí que el ministerio esencial de la mujer no es el de gobernar en la iglesia, sino el de criar hijos en el temor de Dios y levantar una generación que en la mayor medida posible pueda ser protegida de los estragos del pecado.
Ustedes tienen un trabajo en una empresa que se llama: Hogar, y el dueño de la empresa es Dios. En esa empresa hay mucho que hacer; moldear el carácter de nuestros hijos, administrar sabiamente un hogar y es una labor a tiempo completo.
Queridas hermanas, Dios les ha dado un ministerio hermoso que requiere dedicación, energía, tiempo, inteligencia y amor; y si el mundo no aprecia ese trabajo, Dios si lo aprecia y es a él a quien servimos, no al mundo.