Juan 3:16-18 “Porque de tal manera amo Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios”.
El amor de Dios vence todas las barreras y todos los prejuicios, es un amor que no discrimina y es infinito.
Esto es lo que celebramos en navidad; que Dios se hizo hombre para asumir nuestra culpa en la cruz del calvario. Es tal la intensidad del amor de Dios que entrego a su Hijo unigénito por ese mundo que le dio la espalda. Todos pertenecíamos a este mundo antes de venir a Cristo. Juan 15:19 dice: “si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece”. Nosotros estamos hoy en Cristo porque nos amó cuando nosotros no lo amábamos; y 1Juan 4:19 dice: “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero”.
La razón por la que Jesús se llama Jesús, es porque significa “Salvador” (Mateo 1:21), porque él vino a salvarnos, de nuestros pecados, de la esclavitud en la que nos encontrábamos. Cristo tuvo que hacer todo esto a favor de un mundo de personas débiles, impías y pecadoras, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. ¡Este es el maravilloso regalo que Dios nos dio!