Daniel 6:14-15 “Cuando el rey oyó el asunto le peso en gran manera, y resolvió librar a Daniel; y hasta la puesta de sol trabajo para librarle. Pero aquellos hombres rodearon al rey y le dijeron: Sepas, oh rey, que es ley de Media y de Persia que ningún edicto u ordenanza que el rey confirme puede ser abrogado”.
El rey Darío, a pesar de que era un rey, esa noche se dio cuenta de que era un esclavo. Este rey es una ilustración perfecta de la condición en que se encuentra un pecador por causa de su pecado.
Darío pudo haber dicho que se había equivocado al promulgar ese edicto, pero no lo hizo, porque era un esclavo de su propia reputación, de su posición, de la opinión de la gente.
Hoy las personas proclaman con orgullo su libertad y rehúsan convertirse porque no quieren ningún tipo de atadura. Ellos dicen: “yo quiero seguir viviendo como yo quiero”, “quiero seguir haciendo mi voluntad”; ellos llaman a eso “libertad”.
Pero déjame decirte que si Dios no es tu amo, tú no eres libre. Tú eres esclavo de tus deseos, de tu egoísmo, de tu orgullo, eres esclavo del pecado. En Juan 8:34 Jesús dijo: “De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado”. Y más adelante añadió: “vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer” (Juan 8:44). O ¿eres siervo de Dios? o ¿eres esclavo del diablo?
No te dejes engañar creyendo poseer una libertad que no tienes. Tú puedes ver cómo la gente es controlada y manipulada no solo por deseos pecaminosos, sino también por las imposiciones de los demás. Las personas son manipuladas por las opiniones ajenas. Ellas te dicen que vestir, que música escuchar, que lugares visitar, como peinarte, etc.
Lo peor es que esas personas no quieren salir de esa esclavitud; primero, porque no se dan cuenta de que son esclavos y segundo, porque aun percibiendo el engaño, ellos no quieren pagar el precio. Apocalipsis 21:8 dice: “que los cobardes no entraran en el reino de los cielos”, y para ser libre, no se puede ser cobarde.
Hoy hay esperanza mientras puedas escuchar y responder al evangelio; pero, cuando se cierre esa puerta, ya no será abierta otra vez, y toda esperanza de libertad se habrá ido para siempre.