Iglesia Cristiana Hashem

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«En Integridad y Sabiduría»

Estudio Bíblico (Martes, 5:00 PM)   |   Culto de Confraternidad (Domingos, 12:00 PM)

Series Activas: «En camino a un avivamiento» Libro de Zacarías (Martes) y «La Iglesia impulsada por la Biblia» (Domingos)

Huye de la tentación

Génesis 39:10-12 “Hablando ella a José cada día, y no escuchándola él para acostarse al lado de ella, para estar con ella, aconteció que entro él un día en casa para hacer su oficio, y no había nadie de los de la casa allí. Y ella lo asió por su ropa, diciendo: Duerme conmigo. Entonces él dejo su ropa en las manos de ella, y huyo y salió”.

Tal vez te han dicho que huir es de cobardes, pero esto no es así siempre; a veces huir es de valientes, de sabios. El problema es como veas la tentación, el pecado. Tal vez lo veas como algo indefenso con lo que puedas jugar; pero déjame decirte que la tentación es “como un león rugiente buscando a quien devorar”. Por lo tanto: ¡huye, corre!

Cuando vemos esta escena de José y la mujer de Potifar, vemos como nuestros propios pecados, nuestras propias tentaciones son acechan todo el día. Todos somos tentados con algo y cada uno sabe con qué. Tal vez sea una botella de vino, una página de internet que no conviene, alguna amistad que sabes que debes evitar, decir malas palabras, pensamientos de orgullo, de desprecio, pensando que tú eres mejor que los demás.

Todos luchamos en nuestro corazón con tentaciones, y nos persiguen como la mujer de Potifar perseguía a José cada día.

Reconoce tu inclinación al mal, reconoce que eres débil, y no solo porque eres humano, sino porque eres pecador y tú corazón es engañoso. Mira lo que dice Jeremías 17:9: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso”. Tu corazón es tu enemigo número uno, él es el que te mueve en tu tentación. Santiago 1:14 dice: “cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido”. Si estas enfrentando alguna tentación, sabiendo de tu propia debilidad, toma los pasos correctos: ¡huye, aléjate!, no confíes en tus propias fuerzas; para que no seas sorprendido.