Mateo 28:19-20 “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén”.
Cuando hablamos acerca de la gran comisión muchas veces nos sentimos abrumados por la magnitud de la tarea que tenemos por delante. Pero es la suprema autoridad de Jesús la que sustenta la gran comisión.
Esta comisión es amplia en su alcance porque incluye el mundo entero. Hay un solo salvador, y todas las personas de todas las culturas, razas y religiones tienen que arrepentirse de sus pecados y confiar únicamente en Cristo o de lo contrario se perderán. Juan 14:6 dice: “Yo soy el camino, la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí”, no hay otra forma. “En ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en el cual podamos ser salvos” (Hechos 4:12), hay un solo nombre y es el nombre de JESÚS.
En el texto dice id y haced, así que la orden es hacer discípulos. Un discípulo es un seguidor, un aprendiz de Jesús; Es alguien que ha decidido rendirse a Jesús como su único dueño y Señor. Dios pudo haber llevado a cabo esa obra de salvar a los perdidos sin la intervención de ninguno de nosotros, pero el decidido usar a su iglesia a través de la proclamación de su evangelio.
Nuestro papel es obedecer, y él ha dicho que él ha escogido la locura de la predicación del evangelio para que el impío se salve, y nosotros debemos salir a predicar el evangelio y decir como Pablo: “Por tanto, todo lo soporto por amor de los escogidos, para que ellos también obtengan la salvación que es en Cristo Jesús con gloria eterna” (2 Timoteo 2:10).
La gran comisión es para ti y para mí, y no es una sugerencia, es una orden: “id y haced discípulos”. Para cada creyente debería ser un gozo compartir con otros las inescrutables riquezas de Cristo. Hermanos, tenemos a un gran salvador que compro para nosotros una gran salvación y que ahora está disponible para todo aquel que en él cree.
“Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os de espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cual es la esperanza a que él os llamado” (Efesios 1:17-18).