Santiago 1:19-20 “Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; Porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios”.
Para algunas personas, la furia está bajo una apariencia exterior de calma, otros, estallan instantáneamente si se enfurecen. Otros se resisten y sé quedan callados, pero todos tienen que enfrentarlo de una manera u otra.
El enojo es una experiencia universal y la mayor parte no es buena. Deberíamos de aprender a ser tardos para la ira. La Palabra de Dios nos advierte sobre la ira: Efesios 4:26 nos dice: “airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre nuestro enojo”. “Quítese de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia” (Efesios 4:31). Las obras de la carne son: “idolatrías, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías” (Gálatas 5:20). “Todo aquel que se enoje contra su hermano será culpable de juicio” (Mateo 5:22). Esta última advertencia de la ira es muy peligrosa si hecha raíz en tu corazón y se convierte en un resentimiento, o en un espíritu implacable, pues te puede destruir.
Jesús dijo en Mateo 6:15: “más si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonara vuestras ofensas”.
La manera de luchar contra la ira, es luchando la batalla de la fe. Es la batalla para creer en la Palabra de Dios y confiar en las promesas de su gracia.