Juan 15:2 “Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiara para que lleve más fruto”.
Cuando un creyente es convertido, automáticamente es santificado, sus pecados le son perdonados, es libertado del poder y dominio del pecado. Por eso dice en Juan 15:3 “ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado”. Y esa es una buena pista, para darnos cuenta que el pámpano que no da fruto es como Judas, cuando Pedro dice: Señor, lávame entero y Jesús dice: “El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues esta todo limpio; y vosotros limpios estáis” (Juan 13:10)
De ahí la necesidad de ser podados. Ese proceso de la poda es necesario, pues sin poda no hay fruto. Dios el Padre, tiene que quitar de nosotros todo lo que no se parece a Jesús, y al mismo tiempo, llevarnos a ver lo débiles que somos, para que dependamos completamente de él.
2 Corintios 1:8-9 nos dice: “hermanos, no queremos que ignoréis acerca de nuestra tribulación que nos sobrevino en Asia; pues fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aún perdimos la esperanza de conservar la vida. Pero tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos”.
Esta tribulación que Dios organizo para Pablo y para su equipo misionero, tenía el propósito de destruir en ellos cualquier indicio de autoconfianza. Lo mismo vemos en 2 Corintios 12:7 cuando Pablo habla del aguijón en su carne: “para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobre manera”.
No podemos permanecer en Jesús, si no permanecemos en su Palabra. Debemos mantenernos aferrados a Jesús.