Romanos 5:6-8 “Porque Cristo, cuándo aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”.
Las buenas noticias del Evangelio son que Dios envió a Jesús para ser juzgado en nuestro lugar. No solo éramos pecadores, sino que éramos esclavos del pecado, incapaces de salvarnos o cambiarnos a nosotros mismos. Por tanto, en la Cruz Jesús vino a ser para nosotros todo aquello que nosotros no podíamos ser. No solo nos salvó. El vino a ser salvación para nosotros.
En Isaías 1:18 dice: “Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana”.
Y el Salmos 103:12 dice: “Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones”.
En la Cruz, hubo una intersección entre el amor de Dios y la santidad de Dios. La santidad de Dios demandaba el juicio contra nosotros, pero el amor de Dios envió a Jesús a pagar la penalidad por nosotros. Ambos, el estándar santo de Dios y su amorosa compasión fueron satisfechos. La barrera del pecado, que nos impedía acceder a Dios, fue completamente removida en Cristo.