Salmos 103:1-2 “Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios”.
En este texto podemos ver que el salmista le dice a su alma que recuerde todos los beneficios que ha recibido de la mano de Dios y que le alabe por eso.
Muchas veces te olvidas de las bendiciones y terminas olvidándote de Dios mismo que te las dio. El orgullo te lleva a pensar equivocadamente, que esas bendiciones las recibiste por tu propia capacidad; porque fuiste un buen empleado y te subieron el sueldo, y gracias a eso tu pudiste comprarte lo que ahora tienes.
Todo lo que Dios te da, te lo da de pura gracia, y su gracia son todos los favores que él otorga al que no merece nada.
Mira lo que Dios le dice al pueblo de Israel antes de entrar a la tierra prometida: “no suceda que comas y te sacies, y edifiques buenas casas en que habites, y tus vacas y tus ovejas se aumenten, y la plata y el oro se te multipliquen, y todo lo que tuvieres se aumente; y se enorgullezca tu corazón, y te olvides de Jehová tu Dios…. y digas en tu corazón: Mi poder y la fuerza de mi mano me han traído esta riqueza. Sino acuérdate de Jehová tu Dios, porque él te da el poder para hacer las riquezas, a fin de confirmar su pacto que juro a tus padres, como en este día” (Deuteronomio 8:12-18).
Para ser agradecido con Dios tú debes ser intencional, recuerda todas esas bendiciones que has recibido. No te limites a solo dar gracias en general; si no se especificó. Como dice el salmista: “no olvides ninguno de sus beneficios”. Recuerda que todo lo que tienes es por Dios.