1 Pedro 4:13-14 “Sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría. Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros. Ciertamente de parte de ellos, él es blasfemado, pero por vosotros es glorificado”.
Lo que puedas experimentar por el hecho de ser cristiano no es nada sorprendente. Esa es la experiencia por la que todo creyente tendrá que atravesar, al estar en un mundo que es opuesto a la verdad de Dios, a los valores de Dios.
Todo aquel que se identifique abiertamente con el Señor Jesucristo y se conduzca en el mundo en una forma que sea igual con la fe que profesa experimentara esta hostilidad.
No es por el sufrimiento que nos gozamos, nos gozamos por la identificación que ese sufrimiento implica. Nos estamos identificando con “Ese” que ahora está sentado a la diestra de Dios, ante el cual toda rodilla se doblara y toda lengua le confesara como Rey de reyes y Señor de señores (Filipenses 2:10-11).
2 Timoteo 2:11 dice: “palabra fiel es esta: si somos muertos con él, también viviremos con él; si sufrimos, también reinaremos con él”. Es a eso que Pablo se refiere en Romanos 8:18 cuando dice: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse”. Si esa identificación es ahora motivo de molestia, ¡qué bueno!
Dios ha cumplido todas y cada una de sus promesas sin faltar una de ellas. Y en el centro de todas ellas hay una que es extraordinaria: Que nuestro Señor Jesucristo regresara, y los que confiaron en él y se identificaron con él a pesar del costo, reinaran con él por los siglos de los siglos.