Juan 7:37 “En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzo la voz diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba”.
La invitación que Cristo hace en este versículo es una invitación muy exclusiva, no es para todo el mundo, va dirigida exclusivamente a todos aquellos que tienen sed. Nuestro glorioso salvador no señala hacia una religión o una filosofía en particular; Él se señala así mismo y dice: “vengan a mí”.
En Juan 6:35 nos dice el Señor: “Yo soy el pan de vida; y el que a mi viene, nunca tendrá hambre; y el que en mi cree, no tendrá sed jamás”.
En Juan 8:12 dice: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.
Juan 10:9 dice: “Yo soy la puerta; el que por mi entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos”.
Juan 14:6 “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”.
Mateo 11:28 “Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”.
Todos estos textos coinciden en el mismo punto: “vengan a mí”, dice Cristo. Él es la fuente de agua viva que puede calmar la sed del alma. Él es el mana del cielo que puede saciar tu hambre; el único que puede darle descanso a tu corazón atribulado.
Ninguna persona que acepte esta invitación será echado fuera, Juan 6:37 dice: “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mi viene, no le echo fuera”. En Cristo y solo en él, encontramos la respuesta. Todo lo que nuestras almas necesitan, todo lo encontramos en Cristo: perdón, justificación, reconciliación, misericordia, gracia, paz, descanso, consuelo, esperanza.
Lo único que se te pide es que vengas a Cristo y en oración le clames que te salve, que tenga misericordia de ti, que perdone tus pecados, y que transforme tu corazón. ¿Tienes sed? ¡Ven a Cristo!