Lucas 2:8-14 “Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño. Y he aquí se les presento un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeo de resplandor; y tuvieron gran temor. Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí les doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es Cristo el Señor. Esto os servirá de señal: Hallareis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: ¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!”
El Mesías anunciado por los profetas había nacido en Belén. Todavía no terminaba de hablar el ángel cuando llega una multitud de los ejércitos celestiales, alabando a Dios y diciendo: “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para los hombres!”.
Cristo nació para la gloria de Dios, para traernos paz, nosotros recibimos un beneficio extraordinario por causa de su nacimiento. De todas las cosas que Dios ha escogido para mostrar su gloria, ninguna es más extraordinaria, que el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo. No existe ninguna cosa creada, no existe ningún evento en la historia que se pueda comparar con este milagro que sucedió en Belén. El Dios todopoderoso, el creador del universo, decidió asumir una naturaleza humana para redimirnos del pecado y todo esto, sin dejar de ser Dios.
Filipenses 2:6-7 dice: “el cual siendo en forma de Dios, no estimo el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó así mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres”.
Ese niño indefenso en los brazos de María era el todopoderoso, Dios y hombre a la vez. Él tuvo en todo momento sus atributos divinos, pero decidió no disponer de su omnipotencia para poder morir por nosotros en la cruz, Cristo no se defendió porque el vino a glorificar a su Padre haciendo su voluntad.
Pablo dice en Romanos 5:8: “Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores Cristo murió por nosotros” y Tito 2:14 dice: “quien se dio a si mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para si un pueblo propio, celoso de buenas obras”. Esa fue la buena noticia que los ángeles proclamaron a los pastores aquella noche. El vino a salvarnos porque estábamos perdidos y condenados.
De manera que en ese nacimiento, la justicia divina brilla en todo su esplendor, y podemos decir que Dios es justo, Dios es santo, él no puede pasar por alto el pecado. ¡Celebremos el nacimiento de Aquel que vino a redimirnos del pecado, él es Cristo Jesús!