Marcos 12:41-43 “Estando Jesús sentado delante del arca de la ofrenda, miraba como el pueblo echaba dinero en el arca; y muchos ricos echaban mucho. Y vino una viuda pobre, y echó dos blancas, o sea un cuadrante. Entonces llamando a sus discípulos, les dijo: De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca”.
Nuestro Dios es el dueño del oro y de la plata, el no necesita nuestro dinero; pero él sabe que la motivación y el desprendimiento con que nosotros ofrendamos revelan la realidad del corazón.
Lo que los ricos traían al arca del tesoro parecía que eran grandes sumas de dinero, pero era un montón de monedas de cobre para que sonaran más cuando las echaran, lo hacían para atraer las miradas de todos, pero de repente se aparece una viuda muy pobre con solo dos monedas que equivalían a un cuarto de centavo, era la moneda más pequeña y tan liviana que no producía sonido cuando caía en el fondo del arca.
Las ofrendas generosas de los ricos, en el fondo no tenían nada de generosidad porque: “ellos echaban de lo que les sobraba” (Marcos 12:44), esas ofrendas evidenciaba el lugar tan bajo que ocupaba Dios en sus corazones. Sin embargo lo que la viuda pobre evidencio fue que Dios era su verdadero tesoro, porque su gratitud hacia Dios era inmensa y ella confiaba en él.
Había una falsa religiosidad en los escribas y fariseos, ellos tenían un corazón orgulloso, soberbio y deseaban llamar la atención, pero esta viuda tenía una devoción verdadera hacia Dios, para ella, Dios era su más grande tesoro. Salmos 73:25-26 dice: “¿a quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón desfallecen; más la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre”.
Ninguna de las cosas que el mundo valora no puede compararse siquiera con el hecho de tener a Dios como nuestro Dios. La falsa religiosidad le da a Dios lo que le sobra, la sobra de su tiempo, la sobra de sus bienes, la sobra de sus capacidades y energías. Pero el verdadero creyente se entrega por entero a Dios, para que el haga con nosotros y con lo nuestro lo que él quiera.
La falsa religiosidad se caracteriza por un corazón descontento y amargado ante las providencias de la vida, cuando las cosas no están saliendo como quieres que salgan. Pero el verdadero creyente dice como Pablo en Filipenses 4:11 “he aprendido a contentarme cualquiera que sea mi situación. Se vivir humildemente, y se tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad” ¿En cuál de esos dos grupos estas?
Nuestro Señor Jesucristo dio su vida en el calvario para salvar pecadores como tú y como yo; nuestra devoción y entrega a nuestro bendito Señor y salvador debe ser proporcional a lo que él hizo. Y él no entrego parte de su vida, él se entregó por entero para salvarnos. 2 Corintios 5:14-15 dice: “el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucito por ellos”.
Hoy te invito a que pidas a Dios en oración que destruya los ídolos que haya en tu corazón que puedan estar estorbando en tu pasión y devoción por Cristo. Pídele que él sea tu único tesoro, tu único deleite; Pon tu vida a su disposición para que el haga contigo y con lo tuyo lo que él quiera.