Daniel 1:8 “Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse”.
Daniel trazo una línea muy clara de lo que habría y no habría de permitir en Babilonia. El no protesto por el cambio de residencia, ni por el entrenamiento, ni por el cambio de nombre. Pero cuando llegaron al asunto de la comida, pidió con todo respeto que no se le obligara.
El problema con la comida es que muy probablemente había sido ofrecida a los ídolos. Participar de esa comida era un acto de adoración a sus dioses. Y ese fue el punto que Daniel y sus amigos no estaban dispuestos a participar.
Éxodo 34:15 dice: “por tanto, no harás alianza con los moradores de aquella tierra; porque fornicaran en pos de sus dioses, y ofrecerán sacrificios a sus dioses, y te invitaran, y comerás de sus sacrificios”.
Si no puedes ser fiel a Dios en cosas tan pequeñas, comenzaras a vivir para ti y no para Dios.
Daniel sabía que el desagrado de Nabucodonosor no era nada en comparación con el desagrado de Dios. Dice el Señor en Mateo 10:28 “No temáis a los que matan el cuerpo, más el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno”.
Algún día te presentaras delante de Dios a dar cuentas de tu vida; y allí serán perdonados únicamente aquellos que han encontrado en Cristo el perdón de sus pecados. Tú no puedes encontrar el perdón en tus propias fuerzas, ni puedes salvarte haciendo buenas obras. La biblia dice que la salvación es por gracia, por medio de la fe; confiando en el Señor Jesucristo y en la obra de salvación que el hizo en la cruz del calvario.