Salmos 55:17 “Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré, y Él oirá mi voz”
Dos cosas que aprendemos de la vida de Daniel son su constancia en la oración y el tiempo que le dedicaba. Ser constante implica tener una disciplina, un hábito hasta que se vuelva costumbre. Dedicarle tiempo es cultivar algo, cuidarlo. Y la Palabra nos enseña cómo Daniel, sin importar las circunstancias, oraba al Señor. Daniel dedicaba tiempo a la oración y era constante en ella.
En Daniel 6, los sátrapas del Rey Darío quisieron conspirar en su contra y se inventan un edicto y no se podía levantar petición alguna a ningún dios fuera del Rey Darío. Sin embargo, Daniel no dejaba de orar y “abiertas las ventanas de su cámara, que daban a Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, y oraba” (Daniel 6:10). En varios pasajes bíblicos, Dios nos invita a orar constantemente, pues él más que nadie conoce y sabe del poder que hay detrás de la oración. Él salmista dice:
“Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré, y Él oirá mi voz” (Salmo 55:17).
La oración busca acercarnos más a Dios. ¿Recuerdan a Ana, la mamá del Profeta Samuel? Penina, la otra mujer de Elcana, su marido, se burlaba de ella por ser estéril. No obstante, Ana “con amargura de alma oró a Jehová, y lloró abundantemente” (1 Samuel 1:10) hasta que Dios le dio un hijo y le puso por nombre Samuel. La Palabra nos enseña que clamó hasta ver respuesta, fue insistente, constante y diligente.
El apóstol Pablo exhortó a los Tesalonicenses a “orad sin cesar” (1 Tesalonicenses 5:17), esa es la clave. Esto implica dos cosas: constancia y dedicación. ¿Estás dispuesto a ser constante y dedicar más tiempo a la oración? Hoy es un buen día para empezar, no lo dejes para mañana.