Marcos 1:9-10 “Aconteció en aquellos días, que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán. Y luego, cuando subía del agua, vio abrirse los cielos, y al Espíritu como paloma que descendía sobre él”
Jesús fue bautizado en el río Jordán e inmediatamente los cielos fueron abiertos y el Espíritu Santo descendió sobre Jesús como una paloma. Jesús tuvo que ser ungido por el Espíritu Santo para llevar a cabo la obra que Dios le había encomendado.
Y eso significa que tú no puedes hacer absolutamente nada que valga la pena sin la unción, sin la ayuda, y sin depender del Espíritu Santo.
Dios te ha dejado su Espíritu que mora en ti, para ayudarte, fortalecerte y guiarte a lo largo de toda tu vida. Necesitas depender del Espíritu Santo para luchar eficazmente con el pecado que todavía mora en ti; para seguir creciendo en santidad necesitas del poder del Espíritu, para poder aplicar la Palabra a tu corazón, en tu vida, en tu andar en obediencia.
Todos necesitamos depender del Espíritu Santo. Zacarías 4:6 dice: “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos”. Jesús vivió y sirvió en una plena dependencia del Espíritu de Dios y así agrado a su Padre.
“Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios” (Romanos 8:14).